Julio es un mes intenso en el ámbito laboral, gran parte de los trabajadores esperan iniciar sus vacaciones en agosto tras un año de gran actividad, con más agotamiento de lo habitual en otros meses, estrés acumulado e incrementado por el calor. En este contexto os propongo reflexionar respecto a cómo abordar los sentimientos negativos que surgen en el trabajo.
El control de las emociones negativas pasa, inicialmente, por ser capaz de detectarlas y actuar sobre las mismas.
Las emociones negativas más relevantes en el ámbito del trabajo son las relacionadas con los sentimientos propios de la afectividad negativa, especialmente con el estrés y el síndrome del trabajador quemado, o burnout. A éstos se pueden asociar otros sentimientos más específicos, como son la ira o la hostilidad.Por otra parte, las emociones negativas pueden estar relacionadas con estados de afectividad positiva baja, como son el cansancio o con somatizaciones físicas inespecíficas, como el dolor.
En el caso de contar a tu cargo con un equipo deberías estar muy atento a la detección precoz de los síntomas de malestar emocional, con la aplicación, por ejemplo, de las encuestas de clima laboral o de la satisfacción con el trabajo, control del absentismo laboral o contemplar los motivos por los que personal de tu equipo abandona la organización.
Un tipo de malestar muy frecuente en determinados trabajos es el que surge del conflicto existente entre el bienestar emocional personal del trabajador y el tener una actividad laboral que le obliga a confrontar situaciones de afectividad negativa. La disonancia emocional está presente en muchas actividades laborales: los policías, los militares, las enfermeras y los médicos tienen ocupaciones que conllevan confrontar situaciones violentas o ser portadores de malas noticias. En este sentido, se conoce como «trabajo emocional» aquellos trabajos en los que el profesional debe actuar u ofrecer una imagen afectiva específica, tanto en sus expresiones afectivas verbal y no verbal, como en la realización de su actividad laboral cotidiana en su relación con los demás. La constante exposición a situaciones que implican tensión emocional promueve esta situación de disonancia.
Un manejo apropiado de las emociones pasa por aplicar estrategias propias de la medicina preventiva, dado el elevado riesgo que supone para la salud física y psíquica un malestar emocional prolongado en el tiempo. Para ello hay que aplicar una estrategia contra las emociones negativas basada en cuatro acciones: reconocerlas, identificarlas, prevenirlas y tratarlas. El reconocimiento implica adoptar estrategias proactivas, ya que en las personas, salvo que sea muy evidente o quieran conseguir a cambio algo, las emociones negativas se mantienen ocultas o suelen negarse.
El liderazgo activo debe escuchar los silencios de los empleados: expresan sentimientos ocultos.
El manejo de las emociones pasa por aprender a controlar la respuesta afectiva que generan. Una vez identificadas las emociones negativas hay que analizar sus causas, averiguando si se trata de un problema personal o laboral, y si sigue un patrón de malestar emocional extendido en la organización. Las emociones se contagian, por eso es bueno saber manejarlas apropiadamente. Las situaciones que generan emociones negativas en las organizaciones son múltiples y muchas de ellas surgen de la no satisfacción de expectativas laborales, la percepción de trato injusto, el cansancio, la frustración o la ira. En todo caso, se debe prevenir la difusión del malestar emocional en forma de emoción tóxica y su transferencia a los resultados de la organización. Finalmente, las emociones negativas deben tratarse para evitar que hagan mas daño a las personas y a la organización.