
Sufrimos un nihilismo técnico económico que afecta a la existencia digna y feliz del ser humano. Hemos matado al ser, hemos matado a la tradición, al sentido de pertenencia.
El ser humano histórico sano tenía los pies en la tierra y su mirada hacia el cielo.
La voluntad de poder, poseer, destruir por dinero para incrementar el propio valor, irreversiblemente lleva a una ecuación de voluntad de autodestrucción. Lo que genera es un vacío existencial o agujero negro que nos obliga a llenarlo de cosas materiales, compras compulsivas, que provocan la bulimia occidental. Con lo que una enfermedad nerviosa pasa a ser la ansiedad y/o angustia vital.
Últimamente clientes y pacientes vienen buscando interrogantes que antes se satisfacían con directores espirituales, con los mayores del clan, y ahora necesitan depurar con su coach o su terapeuta. Nos preguntan por el sentido de la vida.
Esta sociedad nos ha acostumbrado a la búsqueda de lo inmediato, la satisfacción compulsa incrementada por un obligatorio consumo de tecnología y contenidos digitales.
El hombre social por naturaleza, aparentemente intercomunicado, no ha estado nunca tan solo, porque hemos caído en la peligrosa tela de araña de pensar que interconexión es sinónimo de intercomunicación, y eso no es así.
Lo cual nos lleva, en ciernes de la nueva era, al inevitable proceso de individualización.
Hemos incomunicado al ser humano de las fuentes que alimentaban su existencia quedando la frustración y la soledad como espejo.
¿Cómo podemos resolver esta situación? Tenemos que retomar elementos morales y pedagógicos para ofrecer las respuestas que el individuo actual necesita y que antes bebía del confesionario.
Localizar los valores que te permiten ser dentro de la humanidad, devolver la ilusión de encontrar la mejor versión de nosotros mismos, poner amor en todo lo que hacemos y dedicar necesariamente una parte de nuestro tiempo diario a una causa mayor que la de nuestra propia existencia, construyendo un ágora amable de la que nos volvamos a sentir orgullosos.
Imaginemos que tenemos todos 90 años y desde la máxima humildad nos preguntamos “¿qué he hecho yo para ser recordado por mis nietos?”¿Por haber sido insultado?¿por haber aprendido a derribar la resistencia de tus homólogos apropiándote de sus logros?¿Por presionar y someter?. Liderazgo no es otra cosa que integridad, crear una idea hermosa y contribuir a realizarla. La verdad es libertad y te libera de tu pesada mochila.
Ahora tienes 50 años ¿qué vas a hacer mañana por lo que te gustaría ser recordado?